He sufrido muchos cambios, cambios en las perspectivas que tengo del mundo, estoy más alegre, veo todo con buenos ojos… excepto a algo… a alguien… a ella. Ella, quien me devolvió la vida; ella, quien me hizo creer y crecer, esa silueta que solo con verla produce en mi cuerpo extrañas sensaciones, sensaciones que creía olvidadas. Una necesidad de abrazarla, de besarla, de apretarla contra mi cuerpo; una necesidad de hacerle sentir lo mismo que siento yo.
Esta es la historia del origen de esos cambios y la responsable es ella, esa pequeña niña que no creía en el amor, asustada de volverse a enamorar encontró en mí un compañero. Yo sufrí lo mismo que ella, pero de diferente forma, en distintos aspectos. Tenemos el mismo pensamiento pero somos diferentes, y esa diferencia es la que me vuelve loco, saber cuales son sus secretos, sus pensamientos, sus pasiones, sus fantasías… todo me estimulaba a seguirle en cada decisión… no éramos amigos, apenas conocidos pero sentía que la conocía desde hace tiempo, que nos habíamos separado en el tiempo y que nos volvimos a encontrar.
Luego de todo mi sufrimiento vi una luz especial en ella, algo que hizo que me le acercara, ella rozaba sus manos con las mías en cortos lapsos de tiempo, una y otra vez; me sentía raro, no sabía porque lo hacía. Luego tomé su mano y entrelacé mis dedos con los suyo, no quería soltarla, sentía que si lo hacía iba a morir.
En ese lugar, frente a frente nos miramos, no hablamos más y nos acercamos lentamente, mi boca se posó en la suya y el tiempo no pasaba, fueron unos diez segundos, para mí, fueron como cinco minutos. Aquellas sensaciones volvieron a mi cuerpo, la abrasé fuertemente, recorría su cuerpo con mis manos, sentía el calor de sus labios, su lengua en contacto con la mía; ella me abrazaba, me acariciaba el cabello, sentía sus manos en mi espalda y en mi rostro a ratos. Lentamente se entregaba a mí, y yo me entregaba a ella también, las reacciones de mi cuerpo eran incontrolables; las sensaciones, indescriptibles. En aquella casa nos entregamos completamente, nos quitábamos poco a poco cada prenda, el uno al otro, el calor aumentaba mientras nos abrazábamos; caí sobre ella, sentía su hermoso cuerpo y mis manos la recorrían sin parar, cada rincón de aquel templo que era su cuerpo fue profanado. La amaba, desde siempre, yo no podía ser su amigo, solo éramos conocidos, yo la quería y se que ella también a mi. No, no estábamos hechos para ser amigos, teníamos que ser algo más. Yo quería que ella fuera mi novia, mi mujer y en aquella casa, en esa cama, nos estábamos amando, desnudos y sudando de placer la hice mía, la penetré dejando algo que no volveremos a recuperar, nuestra virginidad, sentía que ella se entregaba a mí en cada beso, a la vez que yo me entregaba a ella. Nos fusionamos en un torbellino de amor y placer, a cada segundo la amaba más, ahora era mi mujer, solo mía, ella era mi dueña, yo era su hombre, su protector, dueño de su amor. Yo era de ella, ella era mía; nos amamos toda la noche, y a la llegada del amanecer, estábamos saciados de amor, de placer, yo descansaba en su pecho y ella tenía su mano en mis revueltos cabellos.
Despertamos, sentía como jugaba con mi pelo, la miré, besé su pecho y sus labios, le acariciaba el rostro, el cabello, no hablamos nada, nuestras miradas lo hacían por nosotros; nos besamos apasionadamente y ella me dijo “buenos días” con su armoniosa voz que me calma, le respondí y volví a acomodarme en su pecho, no quería dejar ese momento, quería seguir mimándola, cuidándola, dándole seguridad… pero ya era tarde, el amanecer nos había encontrado juntos. Tuvimos que volver a nuestras casas, pensé en ella todo el día y toda la noche. Era día de clases y en la universidad la vi, la vi tan radiante, fui a hablarle pero al llegar ella estaba con él, aquel que no la merece; él, que no la amaría como la amo y amaré, esa persona no es digno de ella. Fui a encararles pero cuando estaba a su lado escuché la verdad venir de sus perfectos labios, ella le decía “sabes, la verdad es que ya no te amo… me enamoré de alguien más”.
La reacción de él no fue más que asentir y decir que él ya lo sabía.
Este fue uno de los primeros textos que hice...y sin duda, el más fácil.
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